Mundo Dedé

Borradores de la mitad de mí

La mitad de mí

4 comentarios


Es suficientemente escarpada la vida cuando la escalamos con todo el equipo recomendado de alta montaña. Al Everest se le puede derrotar con una mochila de lona, un plato de tsampa y las mejillas quemadas por el sol. Miren a Hillary.

Pero dame oxígeno, un buen vivac de náilon y suplementos vitamínicos y te subo antes el Makalu. Bueno, digo que seguramente alguien lo haría, no yo, claro.

«Estimado A.,
Voy a serte sincero: no te he respondido antes porque me he quedado
jodido con la noticia que me has dado. Y no porque crea que es lo peor que le
puede suceder a alguien o algo por el estilo (imagino que a estas alturas
estarás ya bastante al tanto -quizás hasta más que yo- de lo que es la
esclerosis múltiple y las limitaciones que puede implicar, así como las que para
nada implica, por lo que no me voy a andar con demasiados rodeos o
eufemismos), sino porque cada vez me convenzo más de que, en esta jodida existencia,
son con mucha más frecuencia los hijos de puta quienes acostumbran a salir
indemnes y la gente buena la que tiene, de una u otra forma, que sufrir
más.
Es un asco».

Esta muestra de cariño fraterno («a tus amigos no nos quedará más remedio que asumir que vas a seguir estando ahí por un buen rato, y a ti que todavía tienes unos cuantos culos y tetas que tocar antes de hacerte viejo y asquerosamente monógamo», añadió mi amigo en su carta) y otras de otra índole, me inundaron aquellos días de diciembre en los que mi yo empezó a limpiarse, en forma de agua salada saliendo a borbotones por los ojos, hasta regresar a la piel de la infancia: olor a nenuco y talco, y a caca; sabor a papilla de frutas; mirada y oído observadores y el tacto de la yema de los dedos en todo el pequeño cuerpecito por fin recuperado para lo que me quedaba de vida adulta.

He escrito en las dos últimas entradas de este blog dos referencias a los cinco sentidos. En ambos casos, he olvidado uno de ellos: una vez he olvidado el gusto, otra el oído. Me paro a pensar y no adivino por qué. Quizás sólo despiste, o a lo mejor ha sido por otra cosa.

En aquellos días, al ir regresando las ramificaciones de mis nervios a la epidermis de la mitad de mí, las sensaciones vividas fueron de renacimiento: estrené piel nueva, cambié de piel como las culebras. La experiencia fue altamente curiosa. No sólo me quemaba con todo, lengua y dedos gritando ay a cada taza de infusión. Sino que también el amor era nuevo, como si otra persona me poseyera para que yo poseyera a J. contra la cama del hospital.

4 pensamientos en “La mitad de mí

  1. Desde que esta mañana que te lei , estuve buscando las palabras exactas para escribirte….y bueno no las encontre 😦 no es mi fuerte , pero siento que eres un tipo muy valiente, es decir no todo el mundo se anima a abrirse asi al ciber espacio, se necesita valentia, y que bueno que la tienes, porque no se si tienes idea de como puedes ayudar e inyectarle fuerza a los que te leen.

  2. Me has dejado sin habla, Natalia.

  3. uyyy…eso sin dejarte sin habla..no se si es bueno…o es malo…

  4. Es bueno, es bueno. Me animas a seguir, la verdad.

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