Llevo años dándole vueltas a un historia y a unos personajes. Se trata de una historia imaginaria y de unos personajes de ficción realista, o reales ficcionados, según se mire. La historia está inacabada y los personajes van creciendo en mi imaginación. Igual que las personas, necesitan tiempo para crecer. Últimamente le he dado un impulso a mi historia y todo pinta ya de otro color, después de mucho tiempo de bloqueo. La trama sigue sin existir, se queda en simple anécdota. Lo que ha nacido en mi cabeza es el escenario, mi Macondo.
Archivo mensual: marzo 2007
Recapitulación
Todo esto que siento ahora no es nuevo. Lo siento con más desgarro, más ásperamente, eso sí. Pero algunas de las sensaciones que ahora soporto desde que se me despertó la em antes también existían, latentes o explícitamente. Me refiero a un día caminando por la acera lateral del Retiro madrileño, en una leve cuesta empinada, muy leve. Tras caminar desde el hotel Ritz, creo recordar, de donde venía de entrevistar a (pongamos por caso) Forest Whitaker (por citar a uno en boga ahora) me sentía destragado y desplomado.
¿No hay mal que por bien no venga?
Es una resaca perpetua. Ese tipo de resaca que cierra los párpados, hace arder los ojos, resquebraja el cerebro, empuja tus pasos hacia un único lugar: el sofá. Una vez acomodado en mi rincón preferido, junto al posabrazos, agarro el mando a distancia sin mirar. Pero mi mano derecha coje el móvil en su lugar. Eso lo sé cuando miro, porque antes no me he dado cuenta de si he cogido un trozo de plástico rectangular o un manojo de llaves.
Una tarde raramente oscura
Me han publicado un relato en la revista Iguazú, y estoy muy contento. No lo había podido ver hasta hoy. Tiene algunos años pero a mí me gusta, y ahora más después de verlo publicado. Lo he vuelto a leer y ha sido extraño: era como si fuera de otro y al mismo tiempo me he emocionado con mis propios recuerdos.