Querido N:
Parece que fue ayer cuando me tomé aquel cuartico de ácido durante una de mis primeras fallas en Valencia. Era un trocito de papel que tú me depositaste en la lengua como un ritual misterioso no exento de cariño: mostraste una cajita metálica, sacaste el cromo y nos diste la comunión a los fieles. Mi ácido cundió para toda la noche, igual que los que se tomaron S. y S., tan bellas. No recuerdo lo que dijiste al ofrecernos aquella hostia sin consagrar, pero sí sé que se disolvió en mi lengua mientras rezaba mi padrenuestro particular, por ti inducido. Un padrenuestro clásico, punk, hardcore, popero, trash metal, trip hop, un padrenuestro N., inclasificable, como tú eres.