Guardo silencio durante semanas. Será porque la vida va más o menos encarrilada, hasta el punto de que puedo confesar (con pudor) algún aburguesamiento. El edificio donde vivo, Graystone Place (Sitio de la Piedra Gris); los caserones blancos que hay en la calle de atrás, de los que parece que vaya a salir flotando Mary Poppins en uno de estos días de viento y llovizna que hemos tenido; el club de cricket que tenemos enfrente, al que acuden deportistas de la tercera edad (que dentro de poco será la segunda). Todo ello, junto con mi lavaplatos (usado como escurridor), lavadora, secadora, microondas, alfombras indias, parqué, lámparas de pie, sofás beige en el salón, mesa de comedor para ocho comensales y hasta cuarto de huéspedes (que en su día sería el del servicio), creo que me están acomodando. Sigue leyendo