Llevo dos días de vacaciones. Bueno, tres si contamos el día de hoy, que lo estoy pasando calentito, arropado, resfriado en casa. Hasta ahora, desde que llegué a España, sólo había hecho que escribir trabajos finales. Cuando salí a la calle después de una semana de encierro, me encontré con Madrid y sus luces navideñas, con los cambios de una ciudad que hacía unos meses que no veía: los paseos sobre la M-30, la nueva estación del AVE… Ahora, ya en Elche, las palmeras engalanadas de Navidad sobre el cauce del río Vinalopó. Además, ha llovido. Con todas sus diferencias, nada puede ser más parecido a las vacaciones de siempre.