Mundo Dedé

Borradores de la mitad de mí


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Ya en Miami

Ya en Miami. Hacía frío a mi llegada. Eso sí, nada parecido a Madrid o a Filadelfia, por donde pasé ayer un par de horas y en la que pude ver la nieve desde arriba. Fue curioso porque franqueé la aduana («bienvenido de vuelta», «bienvenido, señor», me repitieron varios policías, como si me conocieran, lo cual me produjo una sensación placentera, de familiaridad) y tuve que recoger la maleta pero, en vez de salir a la calle como hice en los últimos dos años (donde me esperaban siempre Pep o Rose, mis dos ángeles de la guarda), tomé la puerta de al lado y seguí adelante para volver a facturar y tomar el siguiente avión. Como el que sube un peldaño más, como el que toma otro camino y pasa de pantalla en el videojuego estadounidense (acabo de caer en cuánto se parece esto a un videojuego, con sus obstáculos, pruebas de resistencia y, todo hay que decirlo, premios). Fue una forma muy física (tomar una puerta y no la otra) de reconocer que me quedo de momento por aquí

Ya en Miami, la vuelta al hogar ha sido estupenda. Mis amigos Carlos y Sarah, que me han estado cuidando la casa en mi ausencia (mientras huían de lo rigores del norte), han tenido el detallazo de montar mi estantería. Y no es tontería, llevaba todo el semestre pendiente de montaje. También me encontré otra sorpresa agradable, me había llegado mi ejemplar del número uno de la revista Orsai, con la que he estado llorando y riendo durante las últimas dos horas, cubierto por dos edredones.

Ahora, a terminar de instalarme. ¡Y a trabajar!