Mundo Dedé

Borradores de la mitad de mí


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Irela de blanco

Irela de blanco

Irela de blanco, va ella de blanco, en la foto negro y blanco, la sonrisa instantánea en los veintipocos años, se sonríe desconfiada de su velo blanco, que vuela y flota y vuela el velo de encaje tan grácil y blanco, mi querida Irela, que aparece tan tenue en esa niebla de 21 grados al sol del Mediterráneo, difuminada en átomos pixelados de calor blanco, con olor a polvo, a algarroba y a gato, salen propulsados astros de tierra frente a la perspectiva candente del paisaje quemado, espuma de limón, amarillo blanco.

Sale Irela de su vestido blanco y se introduce en otro cuerpo pecaminoso y santo para recorrer tierra y charcos en una rayuela de asfalto, en un alquitrán amargo, en columpios con sabor a acero sin óxido, templado, ofensivo, de patio de colegio vuelto del revés y rubio y de ojos claros como aquel mar Mediterráneo de años después, diáfanos y verdes en los miradores de romero y salitre, de refugios blancos como pequeños torreones áureos.

La juventud puede ser decididamente anciana si la vivimos en su reverso sobrenatural, amigos, hermanos. Son niñas que callejean arriba a lo largo de muros gastados, sucios de pintadas a mano, de encalados municipales y humo de ciclomotores. Los años jóvenes, ay sí, me recuerdan a la Cocacola caliente de los cumpleaños, a la paella helada del centro social y al cigarrillo rubio de las compañeras de patio, igual que al negro del profesor bajo un plátano de hojas abanicadoras y cargadas de rocío blanco.


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El Señor Chinarro canta frente a mí

Sr. Chinarro

 

El Señor Chinarro canta frente a mí y yo descifro sus letras desde mi banqueta junto a la barra.

Se nota que suda un poco bajo esa pelambrera canosa y a la vez se queja del frío del aire acondicionado a sus espaldas.

Yo no me desencaramo de la banqueta ni así me maten. O dicho de otra manera: me encalomo en ella nada más encontrarla (es la última en todo Subway) y ahí me quedo agarrándola con mis garras garrapiñadas.

El local está a tope y solo se diferencia de una noche de sábado de los 80 en que no hay humo y que no bebo cubatas. En realidad no bebo nada. A mi vecino de concierto parece molestarle mi inapetencia y me ofrece una cervecica (así, en diminutivo, para que sea más seductora con tono infantil).

Todo es tan infantil a los 46.

Chinarro sigue diciendo letras con voz grave y me imagino las ondas sonoras atravesándole la laringe, esforzándose a machetazos por la selva de su barba.

Quiero irme y no me voy por si dijera algo nuevo. Pero todo es secamente familiar, sin rodeos metafóricos, con algo de estilo directo libre.

Demasiados calvos rapados al cero dándole palmas al showman impertérrito, lanzándole aullidos a medio metro de distancia, yo compadeciéndole desde mi banqueta.

En el camino de vuelta me cruzo a una chica de piernas larguísimas y escucho, ya a la altura del puente de Altamira, a dos mujeres que charlan sobre los años que llevan sus sobrinas sin trabajar.

Desde los tiempos del señor Chinarro y Gaby, Fofó y Miliki, casi.


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La presentación de mi novela se aplaza y mientras os dejo unas notas y un vídeo

El día 10 estaba prevista la presentación de mi libro en La Calahorra de Elche pero tuvo que ser aplazada hasta que se imprima el libro en las próximas semanas. Mientras, os dejo unas notas que he ido pergeñando para ese día y un vídeo (el segundo) del homenaje a mi padre en el que leo un extracto precisamente de ese libro, además de un poema escrito en el hospital.

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