El día 10 estaba prevista la presentación de mi libro en La Calahorra de Elche pero tuvo que ser aplazada hasta que se imprima el libro en las próximas semanas. Mientras, os dejo unas notas que he ido pergeñando para ese día y un vídeo (el segundo) del homenaje a mi padre en el que leo un extracto precisamente de ese libro, además de un poema escrito en el hospital.
Llevo meses, quizás años, ya he perdido la cuenta, dándole vueltas a estas notas que por fin me he decidido a escribir para la presentación de mi primer libro. No es de extrañar, teniendo en cuenta que este libro ha tardado más de 15 años en nacer y que el segundo tiene su germen no mucho después y todavía no está compuesto sino de unas líneas, kilos de documentación criando polvo en mi ordenador y muchas ideas en mi cabeza.
Así que alguien de mi edad con una primera publicación en ciernes, que lleva desde adolescente imaginando este momento, ha pasado por todas las etapas imaginables: la ilusión de los primeros escarceos infantiles con la escritura, los diarios colegiales, los poemas amorosos apasionados de la adolescencia, el pánico escénico ante la certidumbre de la imposibilidad de escribir bien, o de ni siquiera escribir, es decir, el bloqueo ante la hoja en blanco, el vacío debido a la falta de técnicas y recursos, el puente que significó para mí el periodismo —un oficio que te obliga al menos a escribir bajo presión—, los viajes siempre con un componente literario, el abandono del periodismo por incompatibilidad de caracteres aunque de mutuo acuerdo, la recuperación del afán de la literatura a través de un taller literario en EEUU y unos estudios de máster y doctorado… Y ahora este libro que es el fruto de al menos, como digo, 15 años de tanteos, exapruptos, lecturas, remodelaciones e infinitas correcciones. Mi amigo Jordi Salvat dice que “Andrés González será un joven escritor de moda cuando ya no sea joven”. Yo me dejaré querer pero lo de joven, ya no; de moda, espero que tampoco. Me conformo con que alguien cometa el exceso de llamarme escritor. Hasta yo empiezo a aceptarlo, teniendo en cuenta que una editorial (independiente, lógicamente) ha decidido creer en mí y publicar La mitad de mí.
La mitad de mí trata sobre Adrián, la mitad de él, la mitad de su vida. La mitad de su cuerpo pierde la sensibilidad después de unos años dedicado al periodismo, a introducirse toxicidades por diversos conductos y a la búsqueda del amor. A lo largo de 250 páginas de Word, la obstrucción se va disipando, algo que parecía imposible al principio, la verdad.
La mitad de mí es una compilación de retazos de la juventud de un hombre, episodios y extractos de una vida que van tomando forma en la mente del lector conforme avanza la lectura. Relatos, crónicas, cartas, textos de un blog, así como el contenido de un cuaderno de tapas negras, dibujan a la manera de un caleidoscopio la transformación de Adrián desde su adolescencia y hasta la cuarentena. Todo ello sin orden cronológico aparente aunque sí con una unidad de tono y una homogeneidad desde el punto de vista emocional. La narración se nutre de lo testimonial, lo confesional, la declaración escrita de los personajes, sobre todo la del propio Adrián ya maduro en su papel oculto de narrador, que se vuelve atrás a mirar los años, como en el verso de Petrarca, y recrea el pasado.
La búsqueda es uno de los temas principales de la novela. La búsqueda de la escritura como obsesión y necesidad vital. Una batalla interior, la de las letras, que el protagonista entabla y equipara con su propio trasiego vital. El cuerpo incompleto refleja una escritura interrumpida, una pasión frenada, frustrada. Y viceversa, la dificultad para escribir se traslada a una pérdida de sensibilidad real. Como consecuencia de ello, Adrián siente la necesidad de completarse exterior e interiormente y lo acomete a través de la escritura de su relato.
La búsqueda del amor es otro de los temas presentes en la novela. Adrián busca a un amor de verano de sus 26 años, Valérie, una joven francesa de la que ha perdido totalmente el rastro. Junto a la presencia intermitente de la imagen de una chica que rastrea conchas marinas en la playa y la aparición de personajes femeninos fugaces, la novela se abre y se cierra con otra historia de amor, la de él con Juliana, que llega a España procedente de un país latinoamericano huyendo de una relación violenta. Juntos intentan construir un hogar en paz. Precisamente ellos, que no tienen paz.
La novela se desarrolla en muy diferentes escenarios: Estados Unidos, Argentina, Cuba, Colombia, Francia y, sobre todo, España a lo largo de un deambular por varias ciudades. Especialmente, esa búsqueda se sitúa como un imán en un oasis de palmeras del sur de Europa, a donde regresa la familia de Adrián después del exilio argelino, otro de los leitmotiv de la historia.
La mitad de mí es la novela sobre la mitad de una vida y sobre la fútil búsqueda de la otra mitad, interna o externa, que desemboca por acumulación, repetición y metáfora en el encuentro con la escritura.
El anterior es el texto que terminé escribiendo para intentar responder a la pregunta “¿De qué trata tu novela?” que me hacen siempre y que muchas veces no sé cómo responder. El motivo es porque, como muchos sabréis o habréis ya sospechado, mi libro trata sobre mí mismo. Adrián es mi alter ego ficcionado, lo que se llama ahora autoficción, que no es otra cosa que utilizar materiales de tus propias vivencias para volcarlos, trabajados y adaptados, en la literatura. Ya sabéis, la vida real no es verosímil, siempre te sorprende, no es coherente y muchas veces es cruel y despiadada cuando crees ser capaz de adelantarte a sus intenciones. La ficción no puede ser así: el requisito principal de lo narrativo es su ajuste a una serie de normas no escritas o escasamente delineadas por los grandes novelistas de la historia, a los que lógicamente hay que leer para obtener esas claves si pretendes contar aunque sea el episodio más fidedigno de tu vida. Da igual que sea el relato de cómo bajaste esta mañana a comprar el pan, sin esas técnicas y recursos estilísticos lo que cuentes no se puede llamar ficción. Y eso es algo que se tarda en aprender.
Como digo en ese texto, la novela trata (poniéndole todas las cursivas posibles) sobre la mitad de mí. Y toca diversos temas, con prevalencia de la literatura y el amor, aunque también la recorre en particular una cuestión de manera algo insistente: el tema de lo tóxico en sus diferentes variantes. Ese tema está tan presente en el libro porque durante la época en la que transcurre, sobre todo a partir de los 90, fue algo que marcó a esa generación a la que pertenece Adrián. En concreto, la cocaína se puede decir que tomó el relevo a la heroína y a aquellos años de sobredosis y sida pero con unas consecuencias a largo plazo para la vida de sus consumidores igualmente graves, en ocasiones también mortales. No he hecho un estudio sobre el tema pero dejaré caer un par de datos publicados en prensa. Según el informe de 2011 del Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías mencionado en El País, España es el segundo consumidor mundial solo por detrás de Reino Unido. El segundo, del mundo. En España, en los últimos años, según precisa un experto, se han incrementado las visitas de cocainómanos a hospitales aquejados de ataques de ansiedad, taquicardias o paranoia. Así, la buena fama de la cocaína comienza a decaer. En Europa se notifican al año cerca de 1.000 muertes al año por consumo de esta droga. La novela hace un recorrido desde el hachís a las drogas sintéticas que están ocupando el espacio de la cocaína (las enfermedades y la crisis parece que han influido en el estancamiento actual) pero su consumo se está produciendo entre gente cada vez más joven. Cada año aparecen 40 drogas sintéticas nuevas. Su consumo puede tener consecuencias imprevisibles en los próximos años.
El libro no es un reportaje periodístico: todo ello está contado siempre a través de los ojos y vivencias de su personaje protagonista y los amigos que le acompañan durante noches de diversion y excesos. De todas formas, su escritura empezó nutriéndose del periodismo. Y, especialmente, del Nuevo Periodismo y sus antecesores, la Generación Beat. Tras La mitad de mí están personajes como Burroughs o Kerouac, que casualmente también escribieron sobre experiencias al límite con alcohol y drogas.
A mí me gusta pensar que mi primera novela se encuadra en lo que yo llamo Post Generación X, que es heredera de la narrativa de los 90 firmada por Ray Loriga (Lo peor de todo), José Ángel Mañas (Historias del Kronen) y Lucía Etxebarría (Amor, curiosidad, Prozac y dudas) en España y Breat Easton Ellis (Menos que cero) en EEUU, el canadiense Douglas Coupland (Generación X) o el británico Irvine Welsh (Trainspotting).
También me gusta pensar que mi libro está en la misma línea de After (2009), la película de Alberto Rodríguez (el de Grupo 7) sobre dos amigos y una amiga cuarentones, prototipos de la Generación X, que se reencuentran en una noche altamente tóxica para recordar viejos tiempos y deudas pendientes.
Aquí va el extracto de mi libro en vídeo y recitado de viva voz seguido de un poema el día del homenaje a mi padre en el Gran Teatro. Va después de que mi primo Jorge Gavaldá lea una nota y antes de la intervención de Ana Torrellas y un trocito de una canción cantada por Mayje Torrente:
abril 13, 2013 en 10:15 am
Mira que me gusta leerte…., que ganas de que salga el libro, hermano mucha mierda!!!
abril 14, 2013 en 7:47 pm
Gracias, Tashita, me alegra tenerte de lectora, me subes el ánimo.
abril 24, 2013 en 2:51 pm
Nunca había entrado en tu blog. Me encantó. Te vi. Y también me hiciste ver.
Te aconpaño en el sentimiento por tu perdida.
Por fin ya tienes tu libro publicado. Felicidades.
mayo 3, 2013 en 5:10 pm
Gracias, Pep! Recuerdo cuando se fue tu padre mientras estábamos en Villanova que pensé que me resultaría inabarcable si eso me pasara a mí en ese momento, y mira ahora, pasando esta extrañísima experiencia, mezcla de desgarro, y frustración, y vacío helado. Estoy en su casa, lo cual lo hace todo aún más surrealista.
El libro sale pronto, en cuestión de semanas. Espero presentarlo en junio.
Te echo de menos, benvolgut amic.