Comparto mi primer poema estrictamente de «no amor» o de «antes del amor» en una semana en la que he visto una película largamente esperada, ‘Antes del anochecer’, asquerosamente romántico que es uno. Leyendo un poco sobre la trilogía ahora concluida, y que la integran también ‘Antes del amanecer’ (1995) y ‘Antes del atardecer’ (2004), concluida a no ser que hagan una cuarta que no sé cómo podrían llamarla ya que no le quedan horas al día, me he llevado alguna sorpresa.
Explicaré primero que esta última entrega ya no trata sobre el enamoramiento o la búsqueda del amor, como las dos primeras, en las que los protagonistas tienen 23 y 32 años, respectivamente, y están descubriendo con entusiasmo y voracidad el mundo y al otro sexo. Ahora tienen 41 y dos niñas pequeñas, gemelas, así como al hijo de la relación anterior de Jesse, que vive en otro continente. La historia esta vez trata por lo tanto de la familia, las relaciones de pareja y las cargas conyugales que asfixian la libertad personal, sobre todo, de Celine. Para el que no haya seguido el mismo ritmo vital que la pareja de la ficción (agudísimo guión de nuevo de los actores Ethan Hawke, Julie Delpy y el director Richard Linklater) se puede sentir algo desconectado de la historia. Y también hace pensar sobre la conveniencia o no de subirse a ese carro, con sus ventajas e inconvenientes.
La sorpresa me la llevé al leer que la película está dedicada a Amy Lehrhaupt (http://www.filmin.es/blog/la-romantica-inspiracion-de-antes-del-anochecer), la chica que Linklater conoció de joven en un tren y que inspiró la primera película. La historia concluyó de la forma más triste, ya que el director se enteró años después de que la Celine real había muerto en un accidente de moto a los 25 años. Y aquí podríamos volver al tema de mi anterior post en el blog (https://mundodede.wordpress.com/2013/06/23/se-el-proximo-rodriguez-2/) sobre que, como en el caso de Rodríguez, ninguna vida es en balde, que todos dejamos nuestra huella, en este caso toda una trilogía que ha cautivado a los románticos del mundo.
Todos hemos tenido a nuestra Amy (a nuestra Celine) y a nuestro Richard (nuestro Jesse). Y ahora que lo pienso, más triste es todavía si nos ponemos en la piel de Amy, que vivió de los 21 en que conoció al amor de su vida y hasta los 25 en que desapareció definitivamente, sin volver a verlo (al parecer se escribieron durante un tiempo y luego se perdieron la pista).
Como hago también en mi novela, me reafirmo en el tema del «no amor», que no sé si mis poemas expresan pero que cada día me parece más el tema de esta época tan traicionera que nos ha tocado vivir.
Discursos
Tintinéame, amor, con tu cuchillo espejismo brillante sobre la copa desangrada en vino encaje de uvas que al golpear el vidrio pro pronuncia discursos metódicamente libres,
finalmente espeluznantes por la verdad que encierran los guardias de las frases sin descubrir, los refranes recién nacidos, el doble sentido de palabras en dos idiomas
distintos, iguales pero distintos. Me callo mientras hablas y me zambullo en la espuma de tus dictados, en el caramelo fresa que garrapiña tu lengua ácida, mi pequeña por venir, porvenir de grandes aceras, arboleda triste con musicales fuentes, arroyos urbanos entre iglesias y mercados, parque y hospital de escaleras angustiosas y sedante lino blanco para los padres y madres que rezan cánticos profanos de amor a hijos medianos, de los que no se quedan ni se van, aquellos sí, sí saben cultivar el bancal perpetuo, no, no dejan baldías las nutritivas huertas de ayer y ayer, y ayer también estábamos todos que decíamos «¡unísono!», y nos equivocábamos, podría jurar, al prejuzgar nuestros sueños tan grandes en sus calzas de fútbol y en sus livianos saltos de gacela en un cuadro de colores suaves, seguro que beige y amarillo oscuro, manchado con gotas de sudor gratuito, del que se obtiene con el gran esfuerzo de una partida de ajedrez en choques sucesivos de la torre y el caballo contra sus contrincantes más férreos y estratégicos.
Sacúdeme, amor, con plumas al aire a través de nubes de países exóticos, lloviznas de cien alfileres, agua hirviendo de un géiser casero que transporta las esencias de mil besos hacia las mariposas que flotan indecisas de una mano a la otra apoyadas en el hierro de tu balcón.
mayo 10, 2014 en 11:43 pm
Me ha trastocado!!!! Lo he leido hoy, un dia antes de tu conquista a Las Americas, ven con menos tripulación, así será más liviano el viaje.
mayo 16, 2014 en 4:40 am
Me alegra que te haya trastocado, Friducha. Me alegro siempre cuando desconcierto a los lectores, o que los cambio de lugar (que creo que significa trastocar).